viernes, 7 de mayo de 2010

El mito del minotauro (versión de Ricardo Arccuso /Univ. de Rosario)


Este mito tiene su origen en la isla de Creta, donde entre los años 2000 y 1400 antes de Cristo se desarrolló una magnífica cultura que influyó sobre los griegos posteriores. Creta, situada en un lugar estratégico del Mediterráneo, representó históricamente un puente entre el Cercano Oriente y Europa. A través de ella Europa recibió diversos aportes culturales que van desde lo arquitectónico y la vestimenta hasta las creencias y las ciencias. Es así que buena parte de la mitología y religión griegas, que pueden ser catalogadas como cosmovisiones, tienen su origen en Creta. El minotauro es un ejemplo.

Cuenta el mito que el rey Minos de Creta estaba casado con la bella Pasifae, hija del Sol. Por ende, tenía una belleza esplendorosa. Pasifae sintió profunda atracción por un toro que provenía del mar. El toro era objeto de culto en la isla, simbolizando quizá la potencia creadora. Tampoco debe olvidarse que el dios griego Zeus solía tomar la forma de un toro. Bajo esa apariencia secuestró a la princesa fenicia Europa. Zeus sería originario justamente de Creta, o al menos una de las deidades que posteriormente se fusionaron para dar vida al dios olímpico supremo de los griegos.

Para poder mantener relaciones íntimas con dicho toro Pasifae recurrió a los servicios del genial artesano de ascendencia divina Dédalo. Este le preparó un adminículo apropiado para el coito de marras.

Producto de esa relación entre Pasifae y el toro fue el monstruo Minotauro, mitad hombre (cuerpo) y mitad toro (cabeza). En tanto asociemos al toro con un dios, podría pensarse que el dicho monstruo tenía cuerpo de humano y espíritu divino. El nombre Minotauro resulta de unir las palabras Minos y tauro (toro) -de allí Taurus, la constelación del toro y el signo zodiacal Tauro. Podría traducirse, así, como el Toro de Minos. Enterado el rey de este alumbramiento ominoso, ordenó a Dédalo construir un laberinto para recluir al Minotauro.

Los atenienses, que eran súbditos de Minos, debían ofrecer anualmente en calidad de tributo 7 mancebos y 7 doncellas para alimenar al monstruo. Número altamente simbólico como pocos. Como sucede frecuentemente, en un momento dado la costumbre llega a su fin. Cansado de tanto sacrificio en aras del Minotauro, el joven Teseo (hijo del rey de Atenas) solicitó a su padre que lo incluyera en el contingente que iba a ser remitido a Creta según la costumbre, pues tenía el propósito de matar al monstruo.

Fue así que Teseo llegó a Creta. Allí logró enamorar a Ariadna, hija de Minos, quien sería una pieza clave para la concreción de sus planes. Gracias al hilo que le suministraba Ariadna, Teseo pudo volver sobre sus pasos y salir del laberinto una vez que había destruido al Minotauro. Cabe aclarar que la palabra laberinto la habrían tomado los griegos de una población del Asia Menor (actual Turquía), los carios. Las célebres ciudades de Mileto y Halicarnaso (hoy Budrum) estaban en la costa de esa región, sobre el Mar Egeo. Tales, uno de los más célebres filósofos pre-socráticos era oriundo justamente de Mileto.

Ariadna y Teseo huyeron de Creta y se refugiaron en la isla de Naxos, donde el héroe ateniense -haciendo muestra de ingratitud- abandonó a su compañera. Esta, según cierta versión, desesperada por el abandono se arrojó desde una roca al mar. Según otra tradición, Ariadna se unió posteriormente con el dios Dyonisios. Cuando ella murió, el dios en testimonio de su amor la hospedó en el cielo, el hogar de los dioses, y creó una constelación a partir de la corona de bodas que ornara los cabellos de Ariadna.

Algunos estudiosos interpretan este mito en tanto símbolo de la independencia de Atenas respecto de Creta. El historiador británico Finley critica esta postura, afirmando que los pueblos independizados suelen manifestar de una manera mucho menos simbólica la ruptura de su servidumbre ante una potencia extranjera.

Otra interpretación del mito se concentra en lo religioso y no en lo político. Según ésta, la historia del Minotauro habría surgido para explicar una iniciación ligada al culto de Dyonisios. Según Paul Faure, el laberinto no debería relacionarse con el palacio gubernamental de Cnosos (la principal ciudad del reino minoico) sino con una caverna. Faure llega incluso a identificar la caverna. Se trataría de la caverna de Skotino, ubicada a pocos kms. al este de Cnosos, utilizada como lugar sagrado durante muchos siglos. A diferencia de los pueblos orientales, los cretenses no construían templos para celebrar cultos u honrar a sus divinidades. Sus ceremonias religiosas eran celebradas en lugares naturales, especialmente cavernas.

Más allá de estas hipótesis, el mito es válido en sí mismo en tanto nos habla de los ingenios, deseos y pasiones humanas que perduran a través de los milenios, a pesar de los cambios tecnológicos. Cada uno podrá extraer enseñanzas de esta historia, siendo el carácter didáctico lo que más solían apreciar los griegos en sus mitos. Quizá, el contraste entre la ingratitud de Teseo y la generosidad de Dyonisios sea uno de los aspectos más llamativos de este mito.

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