viernes, 28 de mayo de 2010
Un poeta cubista: Guillaume Apollinaire
El cubismo literario nace del cubismo pictórico, y así se llama por simple fraternidad de los artistas de uno y otro bando; y también porque hay muchos puntos de semejanza en sus doctrinas de abstracción o evasión artística. Apollinaire, Cendrars, Max Jacobs, corifeos de la pintura cubista, fueron hermanos en inquietudes artísticas de Picasso, Juan Gris y Delauny. Esto explica en parte, que la poesía cubista, abandonando los elementos musicales tan caros al simbolismo, se haga poesía puramente visual. En el poema cubista, no es la realidad externa la que se plasma, sino su poliédrica y acelerada proyección en nuestro espíritu, con todas las predilecciones y deformaciones que le impone la originalidad de nuestro modo de captarla. La imagen cubista no es simple com la de una flor en un espejo, sino intrincada y polifásica como un mosaico. El poema cubista es una yuxtaposición instantánea de imágenes autónomas, desligadas. Se recrea en lo visual y desprecia lo auditivo. No hay anécdota, ni argumento, ni historia. Cada verso o doble verso es una célula independiente, pero confederada con las otras para dar un poema que tiene por centro unificador al poeta mismo. El poema cubista atrae a un solo plano, simultáneamente, los elementos de la realidad que la imaginación, como un imán central, congrega en un punto de convergencia, que es la mente del poeta. Pero su enfoque, las fracciones de realidad que la inspiran, no están en el pasado, sino en el presente, en la vida y no en el sueño; en la vida moderna con su afiebrada velocidad y dinamismo. En general se alude, a un importante sector de la poesía francesa, cuyo punto inicial podría situarse en 1896 y que hacia 1917, confluye con el Dadaísmo. La amistad, a menudo íntima, y la mutua colaboración entre los pintores de este movimiento (Picasso - Bracque ) y los poetas a que se extiende esta denominación, a la vez que un ideal estético común, son razones más que suficientes para justificarla. La figura principal de este movimiento es sin duda el poeta Guillaume Apollinaire, quien en 1913 junto con su libro "Alcoles", publicó un importante manifiesto donde se encuentran las siguientes exhortaciones: "Palabras en libertad"; "invención de palabras"; "destrucción"; "supresión del color poético, de la copia en arte, de la sintaxis, de la puntuación, de la armonía tipográfica, de los tiempos y personas de los verbos, de la forma teatral, del sublime artista, del verso y de la estrofa, de la intriga en los relatos, de la tristeza". Al lado de Apollinaire podemos citar a Max Jacob; Jean Cocteau y Pierre Reverdy, quien funda en 1917 la revista Nord-Sud, que disputará luego la paternidad del Creacionismo al poeta chileno disputará Vicente Huidobro, y que será, junto a Apollinaire, uno de los poetas más admirados por la nueva generación en la que se encontraban los futuros surrealistas: André Breton y Paul Eluard.
Ceguera (Delmira Agustini)
Llorar a lágrima viva (Oliverio Girondo)
viernes, 7 de mayo de 2010
PROGRAMA
Programa Año Lectivo 2010
Asignatura: Ciencias del Lenguaje
Cursos: 5to 1era TM
Profesora: Marisa Negri
Objetivos:
Desarrollo de estrategias de comprensión y de producción de textos
Formación de lectores críticos y escritores competentes
Utilización de blogs para desarrollar proyectos personales de escritura
http://normal6quintoprimera.blogspot.com/
Unidad I
Renovaciones literarias en el cuento del siglo XX.
Cuento y mito. El camino del héroe. El viaje como iniciación. Intertextualidad. La monografía: estructura, citas textuales, referencias, bibliografía, apéndices. El discurso narrativo en el cuento y en el cine. La duplicidad en Borges y en Cortázar.
Textos:
Jorge Luis Borges: “La casa de Asterión”.
Robert Graves: “Los mitos griegos”.
Joseph Campbell: “El héroe de las mil caras”.
Ricardo Piglia: “Borges y los dos linajes” (ensayo) / “La loca y el relato del crimen”.
Julio Cortázar: “Lejana”
Cine: Análisis del camino del héroe. Películas sugeridas:
Matrix (Hermanos Wachowski)
The Straight Story (David Lynch)
Big fish (Tim Burton)
Thelma y Louise (Riddley Scott)
Into the wild (Sean Penn)
Unidad II
Renovaciones literarias en la poesía del siglo XX
Del modernismo a las vanguardias. Un caso: Delmira Agustini. Los poetas malditos. Las vanguardias en Europa y en América. Boedo y Florida. Lorca en Buenos Aires. Poesía y compromiso social. Las técnicas surrealistas. Recursos poéticos fónicos, sintácticos y semánticos. El movimiento poesía concreta. La poesía del tango, el folklore y el rock.
Textos:
Aldo Pellegrini: Antología de la poesía surrealista
Ana Longoni: De los poetas malditos al videoclip
Raúl González Tuñón: La luna con gatillo
Oliverio Girondo: Espantapájaros/ Cansancio
Jorge Luis Borges: Ajedrez
Walter Benjamin: Para una crítica de la violencia (ensayo)
Juan Gelman: Sucesos
Alejandra Pizarnik: Fragmentos para dominar el silencio
Olga Orozco: El jardín posible
Enrique Molina: Alta marea
Jorge Boccanera: La pasión de los poetas
Delmira Agustini: Ceguera
Cófreces y otros: Última poesía argentina
Blogs: La biblioteca de Marcelo Leites: http://www.ustedleepoesia2.blogspot.com/
Unidad III
El discurso político: Discurso político y valores. Discurso político y contextos. Discurso político y argumentación polémica. Discurso político y destinatarios. Componentes: descriptivo, didáctico, prescriptivo, programático. Discurso político y actos de habla.
Unidad IV
Renovaciones en el teatro del siglo xx
El hecho teatral. Bertol Brecht y el teatro épico. Claves para la lectura de Galileo Galilei. El teatro del absurdo. Decir sí de Griselda Gambaro. El teatro de objetos. La nueva generación de dramaturgos argentinos: Alejandro Tantanián. Mauricio Kartún. Rafael Spregelburd.
Textos:
Dalmiro Sáenz: Vida sexual de Robinson Crusoe
Griselda Gambaro: Decir sí
Bertol Brecht: Galileo Galilei
Eugene Ionesco: La cantante calva
Mauricio Kartún: Ala de criados
Alejandro Tantanián: Sumario de la muerte de Kleist
Alberto Muñoz: Antígonas
Unidad V
Los medios y la realidad: problemas de construcción. El interés público. La objetividad. La actualidad. Texto e imagen. El “ojo” de la televisión.
Unidad VI
Ficción y política nacional (siglo XIX y XX)
Roberto Arlt y las aguafuertes porteñas. Claves históricas. Nuevo periodismo y nueva literatura. Rodolfo Walsh. Claves para una lectura de Operación masacre. Lecturas críticas. Los Pichiciegos: la guerra y la literatura.
El Matadero: mazorca e intelectuales. El escritor y su tiempo. Martín Fierro: el gaucho y la organización nacional. Claves de lectura. Facundo: civilización y barbarie. Pautas de investigación, comprensión e interpretación del texto
Textos
Roberto Arlt: Aguafuertes porteñas
Rodolfo Walsh: Operación masacre
Rodolfo Fogwill: Los Pichiciegos
Esteban Echeverría: El Matadero
Hilario Ascasubi: La Refalosa
Domingo F. Sarmiento: Facundo
Bartolomé Hidalgo: Cielitos patrióticos
Bibliografía para los alumnos:
Lecturas y escrituras 3 polimodal (Marta Lescano y Silvina Lombardo) Ediciones del Eclipse
Textos citados.
El mito del minotauro (versión de Ricardo Arccuso /Univ. de Rosario)
Cuenta el mito que el rey Minos de Creta estaba casado con la bella Pasifae, hija del Sol. Por ende, tenía una belleza esplendorosa. Pasifae sintió profunda atracción por un toro que provenía del mar. El toro era objeto de culto en la isla, simbolizando quizá la potencia creadora. Tampoco debe olvidarse que el dios griego Zeus solía tomar la forma de un toro. Bajo esa apariencia secuestró a la princesa fenicia Europa. Zeus sería originario justamente de Creta, o al menos una de las deidades que posteriormente se fusionaron para dar vida al dios olímpico supremo de los griegos.
Para poder mantener relaciones íntimas con dicho toro Pasifae recurrió a los servicios del genial artesano de ascendencia divina Dédalo. Este le preparó un adminículo apropiado para el coito de marras.
Producto de esa relación entre Pasifae y el toro fue el monstruo Minotauro, mitad hombre (cuerpo) y mitad toro (cabeza). En tanto asociemos al toro con un dios, podría pensarse que el dicho monstruo tenía cuerpo de humano y espíritu divino. El nombre Minotauro resulta de unir las palabras Minos y tauro (toro) -de allí Taurus, la constelación del toro y el signo zodiacal Tauro. Podría traducirse, así, como el Toro de Minos. Enterado el rey de este alumbramiento ominoso, ordenó a Dédalo construir un laberinto para recluir al Minotauro.
Los atenienses, que eran súbditos de Minos, debían ofrecer anualmente en calidad de tributo 7 mancebos y 7 doncellas para alimenar al monstruo. Número altamente simbólico como pocos. Como sucede frecuentemente, en un momento dado la costumbre llega a su fin. Cansado de tanto sacrificio en aras del Minotauro, el joven Teseo (hijo del rey de Atenas) solicitó a su padre que lo incluyera en el contingente que iba a ser remitido a Creta según la costumbre, pues tenía el propósito de matar al monstruo.
Fue así que Teseo llegó a Creta. Allí logró enamorar a Ariadna, hija de Minos, quien sería una pieza clave para la concreción de sus planes. Gracias al hilo que le suministraba Ariadna, Teseo pudo volver sobre sus pasos y salir del laberinto una vez que había destruido al Minotauro. Cabe aclarar que la palabra laberinto la habrían tomado los griegos de una población del Asia Menor (actual Turquía), los carios. Las célebres ciudades de Mileto y Halicarnaso (hoy Budrum) estaban en la costa de esa región, sobre el Mar Egeo. Tales, uno de los más célebres filósofos pre-socráticos era oriundo justamente de Mileto.
Ariadna y Teseo huyeron de Creta y se refugiaron en la isla de Naxos, donde el héroe ateniense -haciendo muestra de ingratitud- abandonó a su compañera. Esta, según cierta versión, desesperada por el abandono se arrojó desde una roca al mar. Según otra tradición, Ariadna se unió posteriormente con el dios Dyonisios. Cuando ella murió, el dios en testimonio de su amor la hospedó en el cielo, el hogar de los dioses, y creó una constelación a partir de la corona de bodas que ornara los cabellos de Ariadna.
Algunos estudiosos interpretan este mito en tanto símbolo de la independencia de Atenas respecto de Creta. El historiador británico Finley critica esta postura, afirmando que los pueblos independizados suelen manifestar de una manera mucho menos simbólica la ruptura de su servidumbre ante una potencia extranjera.
Otra interpretación del mito se concentra en lo religioso y no en lo político. Según ésta, la historia del Minotauro habría surgido para explicar una iniciación ligada al culto de Dyonisios. Según Paul Faure, el laberinto no debería relacionarse con el palacio gubernamental de Cnosos (la principal ciudad del reino minoico) sino con una caverna. Faure llega incluso a identificar la caverna. Se trataría de la caverna de Skotino, ubicada a pocos kms. al este de Cnosos, utilizada como lugar sagrado durante muchos siglos. A diferencia de los pueblos orientales, los cretenses no construían templos para celebrar cultos u honrar a sus divinidades. Sus ceremonias religiosas eran celebradas en lugares naturales, especialmente cavernas.
Más allá de estas hipótesis, el mito es válido en sí mismo en tanto nos habla de los ingenios, deseos y pasiones humanas que perduran a través de los milenios, a pesar de los cambios tecnológicos. Cada uno podrá extraer enseñanzas de esta historia, siendo el carácter didáctico lo que más solían apreciar los griegos en sus mitos. Quizá, el contraste entre la ingratitud de Teseo y la generosidad de Dyonisios sea uno de los aspectos más llamativos de este mito.
jueves, 6 de mayo de 2010
Lejana (Julio Cortázar)
Diario de Alina Reyes
12 de enero
Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara de Renato Viñes, oh esa cara de foca balbuceante, de retrato de Dorian Gray a lo último. Me acosté con gusto a bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)
Nora que dice dormirse con luz, con bulla, entre las urgidas crónicas de su hermana a medio desvestir. Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche contra los ligustros. Now I lay me down to sleep... Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres alternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo.
Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palíndromas. Los fáciles, salta Lenin el Atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y... Tan hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y...
No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio.
20 de enero
A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo y también a ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. Ah, no me desespera tanto cuando estoy durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los Rivas. Entonces me importa menos, es un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde antes, previsoramente.
Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para resistir por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos». No es que sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el instante mismo (pero no sé si es el instante mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le pasaba a aquella, a mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora iba a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía como un marco, él mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan cerca y tan queriéndonos. Así es peor, cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María. Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegan o la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es imposible resistir y entonces tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad, humedad entre esa nieve que no siento, que no siento y me está entrando por los zapatos.
25 de enero
Claro, vino Nora a verme y fue la escena. «M'hijita, la última vez que te pido que me acompañes al piano. Hicimos un papelón». Qué sabía yo de papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la oía con sordina. Votre âme est un paysage choisi... pero me veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien, que acompañaban honestamente a Nora. Luis María también me miró las manos, el pobrecito, yo creo que era porque no se animaba a mirarme la cara. Debo ponerme tan rara.
Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece cada vez más un castigo, ahora sólo me conozco allá cuando voy a ser feliz, cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré me conozco allá y no queda más que el odio).
Noche
A veces es ternura, una súbita y necesaria ternura hacia la que no es reina y anda por ahí. Me gustaría mandarle un telegrama, encomiendas, saber que sus hijos están bien o que no tiene hijos -porque yo creo que allá no tengo hijos- y necesita confortación, lástima, caramelos. Anoche me dormí confabulando mensajes, puntos de reunión. Estaré jueves stop espérame puente. ¿Qué puente? Idea que vuelve como vuelve Budapest donde habrá tanto puente y nieve que rezuma. Entonces me enderecé rígida en la cama y casi aúllo, casi corro a despertar a mamá, a morderla para que se despertara. Nada más que por pensar. Todavía no es fácil decirlo. Nada más que por pensar que yo podría irme ahora mismo a Budapest, si realmente se me antojara. O a Jujuy, a Quetzaltenango. (Volví a buscar estos nombres páginas atrás). No valen, igual sería decir Tres Arroyos, Kobe, Florida al cuatrocientos. Sólo queda Budapest porque allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan. Allí (lo he soñado, no es más que un sueño, pero cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia) hay alguien que se llama Rod -o Erod, o Rodo- y él me pega y yo lo amo, no sé si lo amo pero me dejo pegar, eso vuelve de día en día, entonces es seguro que lo amo.
Más tarde
Mentira. Soñé a Rod o lo hice con una imagen cualquiera de sueño, ya usada y a tiro. No hay Rod, a mí me han de castigar allá, pero quién sabe si es un hombre, una madre furiosa, una soledad.
Ir a buscarme. Decirle a Luis María: «Casémonos y me llevas a Budapest, a un puente donde hay nieve y alguien». Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso con la secreta ventaja de no querer creerlo a fondo. ¿Y si estoy?). Bueno, si estoy... Pero solamente loca, solamente... ¡Qué luna de miel!
28 de enero
Pensé una cosa curiosa. Hace tres días que no me viene nada de la lejana. Tal vez ahora no le pegan, o no pudo conseguir abrigo. Mandarle un telegrama, unas medias... Pensé una cosa curiosa. Llegaba a la terrible ciudad y era de tarde, tarde verdosa y ácuea como no son nunca las tardes si no se las ayuda pensándolas. Por el lado de la Dobrina Stana, en la perspectiva Skorda, caballos erizados de estalagmitas y polizontes rígidos, hogazas humeantes y flecos de viento ensoberbeciendo las ventanas Andar por la Dobrina con paso de turista, el mapa en el bolsillo de mi sastre azul (con ese frío y dejarme el abrigo en el Burglos), hasta una plaza contra el río, casi en encima del río tronante de hielos rotos y barcazas y algún martín pescador que allá se llamará sbunáia tjéno o algo peor.
Después de la plaza supuse que venía el puente. Lo pensé y no quise seguir. Era la tarde del concierto de Elsa Piaggio de Tarelli en el Odeón, me vestí sin ganas sospechando que después me esperaría el insomnio. Este pensar de noche, tan noche... Quién sabe si no me perdería. Una inventa nombres al viajar pensando, los recuerda en el momento: Dobrina Stana, sbunáia tjéno, Burglos. Pero no sé el nombre de la plaza, es como si de veras hubiera llegado a una plaza de Budapest y estuviera perdida por no saber su nombre; ahí donde un nombre es una plaza.
Ya voy, mamá. Llegaremos bien a tu Bach y a tu Brahms. Es un camino tan simple. Sin plaza, sin Burglos. Aquí nosotras, allá Elsa Piaggio. Qué triste haberme interrumpido, saber que estoy en una plaza (pero esto ya no es cierto, solamente lo pienso y eso es menos que nada). Y que al final de la plaza empieza el puente.
Noche
Empieza, sigue. Entre el final del concierto y el primer bis hallé su nombre y el camino. La plaza Vladas, el puente de los mercados. Por la plaza Vladas seguí hasta el nacimiento del puente, un poco andando y queriendo a veces quedarme en casas o vitrinas, en chicos abrigadísimos y fuentes con altos héroes de emblanquecidas pelerinas, Tadeo Alanko y Vladislas Néroy, bebedores de tokay y cimbalistas. Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. Pero esto yo lo pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la reina y... en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá en casa de los Suárez y no a mi lado. Es bueno no caer en la sonsera: eso es cosa mía, nada más que dárseme la gana, la real gana. Real porque Alina, vamos -No lo otro, no el sentirla tener frío o que la maltratan. Esto se me antoja y lo sigo por gusto, por saber adónde va, para enterarme si Luis María me lleva a Budapest, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora porque ya he andado la mitad del puente entre gritos y aplausos, entre «¡Álbeniz!» y más aplausos y «¡La polonesa!», como si esto tuviera sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente.
(Es más cómodo hablar en presente. Esto era a las ocho, cuando Elsa Piaggio tocaba el tercer bis, creo que Julián Aguirre o Carlos Guastavino, algo con pasto y pajaritos). Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto. Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo. ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo mejor le pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula. Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo parejo. Si ahora ella estuviera realmente entrando en el puente, sé que lo sentiría ya mismo y desde aquí. Me acuerdo que me paré a mirar el río que estaba sonando y chicoteando. (Esto yo lo pensaba). Valía asomarse al parapeto del puente y sentir en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Valía quedarse un poco por la vista, un poco por el miedo que me venía de adentro -o era el desabrigo, la nevisca deshecha y mi tapado en el hotel-. Y después que yo soy modesta, soy una chica sin humos, pero vengan a decirme de otra que le haya pasado lo mismo, que viaje a Hungría en pleno Odeón. Eso le da frío a cualquiera, che, aquí o en Francia.
Pero mamá me tironeaba la manga, ya casi no había gente en la platea. Escribo hasta ahí, sin ganas de seguir acordándome de lo que pensé. Me va a hacer mal si sigo acordándome. Pero es cierto, cierto; pensé una cosa curiosa.
30 de enero
Pobre Luis María, qué idiota casarse conmigo. No sabe lo que se echa encima. O debajo, como dice Nora que posa de emancipada intelectual.
31 de enero
Iremos allá. Estuvo tan de acuerdo que casi grito. Sentí miedo, me pareció que él entra demasiado fácilmente en este juego. Y no sabe nada, es como el peoncito de dama que remata la partida sin sospecharlo. Peoncito Luis María, al lado de su reina. De la reina y -
7 de febrero
A curarse. No escribiré el final de lo que había pensado en el concierto. Anoche la sentí sufrir otra vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me hubiese limitado a dejar constancia de eso por gusto, por desahogo... Era peor, un deseo de conocer al ir releyendo; de encontar claves en cada palabra tirada al papel después de tantas noches. Como cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y después... Pero no lo escribo, no lo escribiré ya nunca.
Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin hombre. Ahora estará bien mi cachorro, mi bobo, basta de pensar, a ser al fin y para bien.
Y sin embargo, ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario, las dos cosas no marchan juntas -Ya ahora no me gusta salirme de él sin decir esto con alegría de esperanza, con esperanza de alegría. Vamos allá pero no ha de ser como lo pensé la noche del concierto. (Lo escribo, y basta de diario para bien mío.) En el puente la hallaré y nos miraremos. La noche del concierto yo sentía en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.
*
Alina Reyes de Aráoz y su esposo llegaron a Budapest el 6 de abril y se alojaron en el Ritz. Eso era dos meses antes de su divorcio. En la tarde del segundo día Alina salió a conocer la ciudad y el deshielo. Como le gustaba caminar sola -era rápida y curiosa- anduvo por veinte lados buscando vagamente algo, pero sin proponérselo demasiado, dejando que el deseo escogiera y se expresara con bruscos arranques que la llevaban de una vidriera a otra, cambiando aceras y escaparates.
Llegó al puente y lo cruzó hasta el centro andando ahora con trabajo porque la nieve se oponía y del Danubio crece un viento de abajo, difícil, que engancha y hostiga. Sentía cómo la pollera se le pegaba a los muslos (no estaba bien abrigada) y de pronto un deseo de dar vuelta, de volverse a la ciudad conocida. En el centro del puente desolado la harapienta mujer de pelo negro y lacio esperaba con algo fijo y ávido en la cara sinuosa, en el pliegue de las manos un poco cerradas pero ya tendiéndose. Alina estuvo junto a ella repitiendo, ahora lo sabía, gestos y distancias como después de un ensayo general. Sin temor, liberándose al fin -lo creía con un salto terrible de júbilo y frío- estuvo junto a ella y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares.
A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin.
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.
martes, 4 de mayo de 2010
¿Qué ángel llevas oculto? (a la manera de lorca)
Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles
Que lleva en el dorso una almendra de fuego,
Nubes rasgadas por una mano de coral
Flores pintadas con el sudor
Peces de arsénico como tiburones,
Con dientes grandes
En el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
Y en el oscurísimo beso punzante debajo de las
manzanas levemente heridas
Una luz maravilosa que viene del monte;
Y enceguece las miradas
Ignora el misterio de la espiga,
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
Nuñez,MARIA SOL
Cnokaert,AGUSTINA
Terol,LUCIA
lunes, 3 de mayo de 2010
La casa de Asterión (Jorge Luis Borges)
Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro, Biblioteca, III,I
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito*) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol;. abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto.
¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.