viernes, 5 de noviembre de 2010

Taller de poesía visual: producciones de 5to 1era



Algunas imágenes del festival

Las profes Stella y Emilse recibiendo la donación de libros de poesía
Las palabras de Federico García Lorca para abrir el festival con ayuda del duende
El respetable público poético
Taller de poesía visual en 5to 1era a cargo de Ana Adjiman
Poetas, artistas plásticos y profesores cerrando el festival

Teresita ingresando los libros a la biblioteca

Primer Festival de Poesía en la Escuela

Documental sobre el poeta Jorge Leónidas Escudero proyectado en la escuela
Juan Pablo leyendo sus poemas en el micrófono abierto
Cecilia Eraso leyendo a Paco Urondo

Primer Festival de Poesía en la Escuela: Griselda García, Cecilia Eraso y Claudia Prado

Claudia Prado en nuestra escuela

viernes, 8 de octubre de 2010

Poesía en la Escuela: nuestros invitados

El día viernes 29 de octubre por la mañana nuestra escuela será sede del Primer Festival de Poesía en la Escuela
les presentamos a los invitados en el marco de este encuentro:


Silvia Castro:

Nació en Gral. Roca, Río Negro, en 1968. Es poeta y fotógrafa. Fue maestra rural en Río Negro hasta 1993, trabajó luego en escuelas de Ciudad Oculta, Soldati, Villa 2124, y Villa Zavaleta. Desde 2000 es bibliotecaria en La Boca y Constitución. Coordinó un proyecto de periodismo virtual para niños en colaboración con la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. También organizó el ciclo Mate Cocido Literario, donde se difunden producciones literarias infantiles. Como docente editó Léale sus derechos, la fotonovela Amor en Lezama, y el CD Poemas y Canciones de Federico García Lorca. Como fotógrafa, los libros Anagramas, Sphera, Pehuén, Abra, Sin párpados, La soga de la ropa, y Dulce Aldea/Copahue. Su serie Instrumentos de viento ilustra el libro Trenes de Alberto Muñoz, su maestro. Integró en los '90 el grupo Tura de Tex en el C.C.R.Rojas con el que publicó Tura y Nos. En 2006 publicó el libro de poesía La Selva Fría. Integra el consejo de redacción de la revista El Camarote. Coordina el Ciclo de Ciclos en el Centro Cultural de la Cooperación.



Jimena Arnolfi:

Nació el 30 de septiembre de 1986.

es porteña pero entrerriana por adopción.

escribe poesía y la publica en www.enquimera.blogspot.com.
es una de las fundadoras del ciclo de arte y poesía "Espantapájaros".
administra El Pogo www.el-pogo.blogspot.com blog de periodismo y demases.

durante dos años escribió una columna de aguafuertes que tituló "aguafiestas"
para el dominical "Miradas al sur" (www.miradasalsur.com).

escribe en el mismo medio para la sección "cultura y medios".
también es redactora de la revista para chicos llamada "Generación",
de distribución gratuita en varios colegios del Conurbano bonaerense.

trabajó casi siempre en radios y medios gráficos.
Cecilia Eraso
Nació en Neuquén Capital en diciembre de 1978 mientras en el aire se respiraba la amenaza de una guerra con Chile. Pasó su adolescencia en la misma ciudad y en 1997 se mudó a Buenos Aires, donde vive desde entonces. Trabaja como docente universitaria e investigadora y forma parte del consejo editor de la revista digital El interpretador (www.elinterpretador.com.ar) En 2009 publicó la plaqueta Monoambiente con la Editorial Pan de Mendoza y Orientación estecon PLUP (Proyecto Latinoamericano de Unión Poética), proyecto que codirige. En 2010 publicó Isolario en la editorial Cartonerita solar de Neuquén y plutón canta con la editorial porteña Funesiana.





Griselda García                                                                                                                                    
Nació en Buenos Aires en 1979.
Publicó los libros de poesía Alucinaciones en la alfalfa (2000), El arte de caer (Alicia Gallegos Editora, 2001), Sólo quiero tu sangre (2004), La ruta de las arañas (Ediciones del Dock, 2005) y El ojo del que mira (La Carta de Oliver, 2009), entre otros.
Co-dirigió la editorial de poesía La Carta de Oliver.
Fue secretaria de redacción de la revista de poesía La Guacha.
Su labor como traductora se centra en especial en la obra de la poeta estadounidense Anne Sexton.
En la actualidad se dedica al dictado de talleres literarios de escritura creativa, narrativa y poesía. En el taller de clínica de obra ayuda a otros escritores a corregir y ordenar el material para publicar sus libros.
Administra el blog http://griseldagarcia.blogspot.com donde se pueden leer sus libros editados hasta el momento y una muestra de autores contemporáneos de poesía argentina.
En agosto de 2010 salió Hallucinations in the Alfalfa & other poems, su primer libro de poemas traducidos al inglés por el escritor canadiense Hugh Hazelton y publicado por Wolsak & Wynn.



Ana Adjiman
Ana Adjiman nace en Buenos Aires en 1974.

Se gradúa  como profesora de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes
“Prilidiano Pueyrredón”, en 1997, comenzando su  desempeño  como docente en esta área.

En el 2007 comienza el posgrado en Arte Terapia en el I.U.N.A.

Desde una perspectiva técnico-académica, se ha ido perfeccionando con los
maestros Gloria Ruby Lutz, Carlos Terribilli, Perla Bajder y María Helguera (Barcelona).
Desde el 2003 hasta la fecha acude al taller de Juan Doffo.

En  1990 comienza a participar de varias muestras colectivas,
realizando en mayo y junio del 2005 su primera muestra individual en La Mansión Seré y más adelante en El Conventillo Verde, Espacio Icalma, Casa Museo Olga Orozco (La Pampa) entre otros.
Pertence al colectivo artístico Amontonados junto a María Giuffra y Lucila Quieto conformándolo en el 2009, y desde el 2004 toma clases de Danzas afro yorubas con la Profesora Isa Soares.
Inés Abeledo
Estudios cursados
Escuela Nacional de Bellas Artes "Prilidiano Pueyrredón"
Profesora Nacional de Escultura y Pintura
Licenciatura en Artes Visuales Nacional de Escultura  IUNA
Taller de Juan Doffo, Claudia Aranovich, Aurelio Macchi
Postgrado en arteterapia I.U.N.A

Primer Festival de Poesía en la Escuela


Primer Festival de Poesía en la Escuela: Los poetas y sus primeras lecturas
Del 25/10 al 4/11 de 2010
¿Qué lecturas y autores nos despertaron para siempre el amor por la palabra? ¿Cuáles fueron nuestras lecturas iniciáticas, esas que encienden un fuego que arde para siempre?
Programación:

Lunes 25 de octubre. 11hs en el Liceo Nro 1

Alejandra Correa lee a Alejandra Pizarnik
Natalia Litvinova lee a Yves Bonnefoy
Ana Biancalana lee a Juan L. Ortiz

Taller de poesía visual cargo de Lorena Pradal y Matías Amici

Martes 26 de octubre.16hs en el Liceo 1

Victoria Schcolnik lee a Fernando Pessoa
Alejandro Méndez leerá a Rudyard Kipling
Soledad Castresana
Rodolfo Edwards lee a Baldomero Fernández Moreno

Viernes 29 de octubre. 9 hs en el Normal Nro 6

Silvia Castro lee a Leo Masliah
Jimena Arnolfi lee a Humberto Costantini
Cecilia Eraso lee a Paco Urondo
Griselda García lee a Oliverio Girondo

Taller de poesía visual a cargo de Ana Adjiman e Inés Abeledo




Viernes 29 de octubre. 15hs en la Escuela de Estética de Morón


Marcelo Carnero lee a César Vallejo
Javier Galarza lee a Rainer Maria Rilke
Francisco Marzioni lee a Fabián Casas
Guadalupe Wernicke lee a Arnaldo Calveyra



1 de noviembre. 11hs en el Liceo 1

Claudia Masin
Juan Esteban Linares lee Las Mil y Una Noches
Carlos Juárez Aldazábal lee a Jacobo Regen
Claudio Linares lee a Francisco Madariaga

2 de noviembre. 16hs en el Liceo 1

Catalina Boccardo lee a Marosa di Giorgio
Julia Magistratti lee a Juan Gelman
Clara Vasco lee a Ray Bradbury


Leonardo Martínez lee a Luis Franco

Taller de poesía visual a cargo de Silvia de Stoia




Miércoles 3 de noviembre . 8hs ESB 186



8hs: Proyección del documental Oro n estas piedras sobre el poeta sanjuanino Jorge L. Escudero

10hs:
Claudia Prado lee a Jorge Leónidas Escudero
Samuel Bossini lee a Olga Orozco
Miguel Martínez Naón lee a Raúl González Tuñon


16hs: María Cecilia Perna lee a Lewis Carroll
Valeria Cervero lee a Susana Thénon
Marisa Negri lee a Federico García Lorca


Jueves 4 de octubre 10hs ESB 186


Javier Cófreces lee a Lucio V. Mansilla
Eduardo Mileo
Alberto Muñoz

viernes, 13 de agosto de 2010

El matadero (Esteban Echeverría)


El matadero fue escrito por Esteban Echeverría entre 1838 y 1840, pero se mantuvo inédito hasta 1871.
Se lo considera el primer cuento argentino,ya que su calidad literaria permite que se lo reconozca como el acto inaugural del género en nuestra literatura.
El cuento plantea un relato de costumbres, pero su propuesta avanza hacia las formas del realismo y desarrolla una posición político-ideológica en donde se reconoce que hacia 1838 el enfrentamiento entre federales y unitarios resulta irreconciliable y que era imposible la incorporación al gobierno de Rosas de los jóvenes intelectuales del Salón Literario.
El realismo es la corriente literaria que intenta dar cuenta de manera objetiva de la realidad social a través de procesos de escritura (usos del lenguaje, organización del orden temporal, relatos introspectivos, caracterización de los personajes, descripciones,etc) Se presenta como reflejo de los procesos económicos y culturales que estructuran la sociedad

La refalosa (Hilario Ascasubi)


Mira gaucho salvajón
que no pierdo la esperanza
y no es chanza
de hacerte probar que cosa
es «Tin Tin y Refalosa»
ahora te diré como es:
escuchá y no te asustés
que para ustedes es canto
más triste que viernes santo
Unitario que agarramos
lo estiramos o paradito nomás
lo agarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros
y ligao con maniador doblado
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción
luego después a los pieses
un sobeo en tres dobleces
se le atraca
y queda como una estaca
lindamente asigurao,
y parao lo tenemos
clamoriando y como medio chanceando
lo pinchamos y lo que grita
cantamos «la refalosa y tin tin»,
sin violín.

Pero seguimos al son
de la vaina del latón
que asentamos el cuchillo y le
tantiamos con las uñas el
cogote.
¡Brinca el salvaje vilote
que da risa!
...............
Finalmente:
cuando creemos conveniente,
después que nos divertimos
grandemente, decimos que al salvaje
el resuello se le ataje;
y a derecha
lo agarra uno de las mechas
mientras otro lo sujeta
como a potr de las patas
que si se mueve es a gatas
Entretanto nos clama por cuanto santo
tiene el cielo;
pero ahí nomás por consuelo
a su queja
abajito de la oreja
con un puñal bien templao
y afilao
que se llama quita penas
le atravesamos las venas
del pescuezo
¿Y que se le hace con eso?
larga sangre que es un gusto,
y del susto
entra revolver los ojos
...............
¡Que jarana!
Nos reímos de buena gana
y muy mucho
al ver que hasta les da chucho;
y entonces lo desatamos
y soltamos;
y lo sabemos
parar para verlo
refalar ¡en la sangre!
hasta que le da calambre
y se cai a patalear,
y a temblar
muy fiero, hasta que se estira
el salvaje; y lo que espira
le sacamos una lonja que apreciamos
el sobarla y de manea
gastarla De ahí se le cortan las orejas,
barba, patillas y cejas;
y pelao lo dejamos
arumbao,
para que engorde algún chanco,
o carancho.
...............
Con que ya ves, Salvajón
Nadita te ha de pasar
Después de hacerte gritar
¡Viva la Federación!

Breve ensayo sobre la negación y las partes en el discurso político (Moisés Alvarez)


El discurso u oratoria política reúne una serie de ingredientes (argumento, ideología, propaganda, negación, demagogia, populismo, seducción, enfrentamiento...) que bien salpimentados con eso que se ha venido a llamar "telegenia" conforman un cóctel irresistible para el común ciudadano, es decir, ése que por azar, acción social y experiencia se sitúa a la derecha o izquierda de la mesa (quítenselo de la cabeza, el centro político es un neologismo seudoideológico destinado a tránsfugas, biempensantes o políticos de reestreno).



El enfrentamiento (las partes) y la negación son, hoy, los componentes esenciales de ese discurso. En una imaginaria pirámide, la base estaría formada por las partes o, de forma más estricta, por la parte a la que represente el político en cuestión. Así, el discurso antepone el lugar en el que el orador o interlocutor se sitúe (derecha o izquierda) a los argumentos estrictamente tempestivos. Esta obviedad es, a veces, tan obviada que aún hay quienes esperan un discurso estructurado mediante una suerte de pirámide invertida en la que los argumentos sean la base real de la oratoria.

Quizá, sería pertinente ampliar el abanico desde la clásica dicotomía derecha - izquierda hacia un espectro más "plural": partido "x", partido "y", partido "z"... Esta ampliación sería adecuada partiendo del análisis de cualquiera de las formaciones políticas -algunas más que otras, eso sí-, pero casos como el de Coalición Canaria, donde todo cabe, casi obligan a una aclaración. En definitiva, pues, la situación del sujeto (el partido al que pertenezca) marca el discurso.

Desde una visión profana, podría pensarse que el argumento es parte indisoluble del discurso partidista, en tanto que éste se estructura en torno a una serie de ideas, pero, precisamente por ello, no hablamos de argumentos, sino de ideología. La ideología política -de los partidos políticos- es inmutable y tiene un componente alienador que contradice un cariz argumentativo. Además, esta ideología colectiva -que, en ocasiones, tiene una doble dimensión práctica y teórica- provoca que el discurso político sea débil en lo referente a la aportación individual; de hecho, solo hay que recordar el daño que a las formaciones políticas han generado, per se, las salidas de tono de algunos de sus componentes, más allá de que la aportación en sí pueda ser efectiva o apropiada.

La acción de tomar partido -nunca mejor escrito- limita, ya de entrada, la adopción de argumentos. Es por ello, y volviendo a nuestra pirámide imaginaria, que éstos están situados en la cima, una cima que la mayoría de los discursos políticos no son capaces de alcanzar nunca, quedándose en el sustrato fangoso del enfrentamiento, la confrontación o, como aquí hemos optado por definirlo, la parte.

Cuando el discurso tiene como objetivo principal el rebatimiento de ideas, surge otro elemento estrechamente vinculado al enfrentamiento o parte: lo que he venido a denominar negación por demagogia. Esto no es más que negar la idea -en el mejor y la mayoría de los casos- o el argumento -en el peor y el menor número de casos- con una técnica que todos aprendimos cuando éramos niños: decir que algo es, simplemente, mentira. Ocurre, eso sí, que los políticos no pueden pasar por niños, aunque lo parezcan, y, en lugar de entonar esa frase tan infantil, optan por edulcorarla, cultivarla e intelectualizarla. "Eso es demagogia", entonan ufanos. Incluso en aquellos pocos casos en los que el orador alcanza la cima de la pirámide para dejar salir de su boca un argumento, encontramos, a continuación, una negación por demagogia. Lo peor, con todo, es que la parte del enfrentamiento ideológico o partidista a la que represente el sujeto negador alzará sus manos en aplausos.

Nos encontramos así ante un discurso vacío, enfrentado y demagógico. Por ello, los pocos políticos que sobresalen son aquéllos capaces de minimizar los aspectos ideológicos, transformándolos en argumentos mediante el noble ejercicio de observar la realidad. Luego, claro está, también hay los que, aunque lo intenten, solo son capaces de llegar al "pensamiento propio", que ya es bastante.

Aunque, que más da, al fin y al cabo, esto solo es demagogia.

viernes, 2 de julio de 2010

Apuntes para una autobiografía (Olga Orozco)


Con sol en Piscis y ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica, nací en Toay (La Pampa), y salí sollozando al encuentro de temibles cuadraturas y ansiadas conjunciones que aún ignoraba. Toay es un lugar de médanos andariegos, de cardos errantes, de mendigas con collares de abalorios, de profetas viajeros y casas que desatan sus amarras y se dejan llevar, a la deriva, por el viento alucinado. Al atardecer, cualquier piedra, cualquier pequeño hueso, toma en las planicies un relieve insensato. Las estaciones son excesivas, y las sequías y las heladas también. Cuando llueve, la arena envuelve las gotas con una avidez de pordiosera y las sepulta sin exponerlas a ninguna curiosidad, a ninguna intemperie. Los arqueólogos encontrarán allí las huellas de esas viejas tormentas y un cementerio de pájaros que abandoné. Cualquier radiografía mía testimonia aún ahora esos depósitos irremediables y profundos.

Cuando era chica era enana y era ciega en la oscuridad. Ansiaba ser sonámbula con cofia de puntillas, pero mi voluntad fue débil, como está señalado en la primera falange de mi pulgar, y desistí después de algunas caídas sin fondo. Desde muy pequeña me acosaron las gitanas, los emisarios de otros mundos que dejaban mensajes cifrados debajo de mi almohada, el basilisco, las fiebres persistentes y los ladrones de niños, que a veces llegaban sin haberse ido.

Fui creciendo despacio, con gran prolijidad, casi con esmero, y alcancé las fantásticas dimensiones que actualmente me impiden salir de mi propia jaula. Me alimenté con triángulos rectángulos, bebí estoicamente el aceite hirviendo de las invasiones inglesas, devoré animales mitológicos y me bañé varias veces en el mismo río. Esta última obstinación me lanzó a una fe sin fronteras. En cualquier momento en que la contemple ahora, esta fe flota, como un luminoso precipitado en suspensión, en todos los vasos comunicantes con que brindo por ti, por nosotros y por ellos que son la trinidad de cualquier persona, inclusive de la primera del singular.

En cuanto hablo de mí, se insinúa entre los cortinajes interiores un yo que no me gusta: es algo que se asemeja a un fruto leñoso, del tamaño y la contextura de una nuez. Trato de atraerlo hacia fuera por todos los medios, aún aspirándolo desde el porvenir. Y en cuanto mi yo se asoma, le aplico un golpe seco y preciso para evitar crecimientos invasores, pero también inútiles mutilaciones. Entonces ya puedo ser otra. Ya puedo repetir la operación. Este sencillo juego me ha impedido ramificarme en el orgullo y también en la humildad. Lo cultivé en Bahía Blanca, junto a un mar discreto y encerrado, hasta los dieciséis años, y seguí ejerciéndolo en Buenos Aires, hasta la actualidad, sin llegar jamás a la verdadera maestría, junto con otras inclinaciones menos laboriosas: la invisibilidad, el desdoblamiento, la traslación por ondas magnéticas y la lectura veloz del pensamiento.

Mis poderes son escasos. No he logrado trizar un cristal con la mirada, pero tampoco he conseguido la santidad, ni siquiera a ras del suelo. Mi solidaridad se manifiesta sobre todo en el contagio: padezco de paredes agrietadas, de árbol abatido, de perro muerto, de procesión de antorchas y hasta de flor que crece en el patíbulo. Pero mi peste pertinaz es la palabra. Me punza, me retuerce, me inflama, me desangra, me aniquila. Es inútil que intente fijarla como un insecto aleteante en el papel. ¡Ay, el papel! “blanca mujer que lee en el pensamiento” sin acertar jamás. ¡Ah la vocación obstinada, tenaz, obsesiva como el espejo, que siempre dice “fin”! Cinco libros impresos y dos por revelar, junto con una pieza de teatro que no llega a ser tal, testimonian mi derrota.

En cuanto a mi vida, espero prolongarla trescientos cuarenta y nueve años, con fervor de artífice, hasta llegar a ser la manera de saludar de mi tío abuelo o un atardecer rosado sobre el Himalaya, insomnes, definitivos. Hasta el momento sólo he conseguido asir por una pluma el tiempo fugitivo y fijar su sombra de madrastra perversa sobre las puertas cerradas de una supuesta y anónima eternidad.

No tengo descendientes. Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron. Mi heredad son algunas posesiones subterráneas que desembocan en las nubes. Circulo por ellas en berlina con algún abuelo enmascarado entre manadas de caballos blancos y paisajes giratorios como biombos. Algunas veces un tren atraviesa mi cuarto y debo levantarme a deshoras para dejarlo pasar. En la última ventanilla está mi madre y me arroja un ramito de nomeolvides.

¿Qué más puedo decir? Creo en Dios, en el amor, en la amistad. Me aterran las esponjas que absorben el sol, el misterioso páncreas y el insecto perverso.

Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir. A veces me visitan gentes que no conozco y me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Que soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder?

El relato autobiográfico: Graciela Cabal






Comparto con uds. el audio del capítulo 35 de Secretos de familia, en la entrañable voz de su autora Graciela Cabal

viernes, 25 de junio de 2010

viernes, 28 de mayo de 2010

Emilio Pettorutti : El cubismo en Argentina


Un poeta cubista: Guillaume Apollinaire






El cubismo literario nace del cubismo pictórico, y así se llama por simple fraternidad de los artistas de uno y otro bando; y también porque hay muchos puntos de semejanza en sus doctrinas de abstracción o evasión artística. Apollinaire, Cendrars, Max Jacobs, corifeos de la pintura cubista, fueron hermanos en inquietudes artísticas de Picasso, Juan Gris y Delauny. Esto explica en parte, que la poesía cubista, abandonando los elementos musicales tan caros al simbolismo, se haga poesía puramente visual. En el poema cubista, no es la realidad externa la que se plasma, sino su poliédrica y acelerada proyección en nuestro espíritu, con todas las predilecciones y deformaciones que le impone la originalidad de nuestro modo de captarla. La imagen cubista no es simple com la de una flor en un espejo, sino intrincada y polifásica como un mosaico. El poema cubista es una yuxtaposición instantánea de imágenes autónomas, desligadas. Se recrea en lo visual y desprecia lo auditivo. No hay anécdota, ni argumento, ni historia. Cada verso o doble verso es una célula independiente, pero confederada con las otras para dar un poema que tiene por centro unificador al poeta mismo. El poema cubista atrae a un solo plano, simultáneamente, los elementos de la realidad que la imaginación, como un imán central, congrega en un punto de convergencia, que es la mente del poeta. Pero su enfoque, las fracciones de realidad que la inspiran, no están en el pasado, sino en el presente, en la vida y no en el sueño; en la vida moderna con su afiebrada velocidad y dinamismo. En general se alude, a un importante sector de la poesía francesa, cuyo punto inicial podría situarse en 1896 y que hacia 1917, confluye con el Dadaísmo. La amistad, a menudo íntima, y la mutua colaboración entre los pintores de este movimiento (Picasso - Bracque ) y los poetas a que se extiende esta denominación, a la vez que un ideal estético común, son razones más que suficientes para justificarla. La figura principal de este movimiento es sin duda el poeta Guillaume Apollinaire, quien en 1913 junto con su libro "Alcoles", publicó un importante manifiesto donde se encuentran las siguientes exhortaciones: "Palabras en libertad"; "invención de palabras"; "destrucción"; "supresión del color poético, de la copia en arte, de la sintaxis, de la puntuación, de la armonía tipográfica, de los tiempos y personas de los verbos, de la forma teatral, del sublime artista, del verso y de la estrofa, de la intriga en los relatos, de la tristeza". Al lado de Apollinaire podemos citar a Max Jacob; Jean Cocteau y Pierre Reverdy, quien funda en 1917 la revista Nord-Sud, que disputará luego la paternidad del Creacionismo al poeta chileno disputará Vicente Huidobro, y que será, junto a Apollinaire, uno de los poetas más admirados por la nueva generación en la que se encontraban los futuros surrealistas: André Breton y Paul Eluard.

Cubismo: Las damas de Avigñon (Pablo Picasso)


Ceguera (Delmira Agustini)


Me abismo en una rara ceguera luminosa,

un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.

¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,

o en su disco de luz he quedado prendida?

No sé...Rara ceguera que me borras el mundo,

estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.

¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!

Espantapájaros (Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva (Oliverio Girondo)




Fragmentos de la película El lado oscuro del corazón en la que Oliverio, un poeta bohemio, recorre Buenos Aires con sus amigos, acosado por la muerte, buscando a una mujer capaz de "volar". Los textos de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo, intercalados con gusto, lo hacen un film interesante, intenso y liberador. En el transcurso de la película, la poesía se ve entremezclada con los lugares más espesos de la cotidianeidad artística argentina y uruguaya. Desde el asado, hasta los maltrechos bares Buenos Aires y Montevideo.

viernes, 7 de mayo de 2010

PROGRAMA


Escuela Normal Superior 6 “Vicente López y Planes”
Programa Año Lectivo 2010

Asignatura: Ciencias del Lenguaje
Cursos: 5to 1era TM
Profesora: Marisa Negri

Objetivos:
Desarrollo de estrategias de comprensión y de producción de textos
Formación de lectores críticos y escritores competentes
Utilización de blogs para desarrollar proyectos personales de escritura
http://normal6quintoprimera.blogspot.com/


Unidad I

Renovaciones literarias en el cuento del siglo XX.
Cuento y mito. El camino del héroe. El viaje como iniciación. Intertextualidad. La monografía: estructura, citas textuales, referencias, bibliografía, apéndices. El discurso narrativo en el cuento y en el cine. La duplicidad en Borges y en Cortázar.
Textos:
Jorge Luis Borges: “La casa de Asterión”.
Robert Graves: “Los mitos griegos”.
Joseph Campbell: “El héroe de las mil caras”.
Ricardo Piglia: “Borges y los dos linajes” (ensayo) / “La loca y el relato del crimen”.
Julio Cortázar: “Lejana”
Cine: Análisis del camino del héroe. Películas sugeridas:
Matrix (Hermanos Wachowski)
The Straight Story (David Lynch)
Big fish (Tim Burton)
Thelma y Louise (Riddley Scott)
Into the wild (Sean Penn)
Unidad II
Renovaciones literarias en la poesía del siglo XX
Del modernismo a las vanguardias. Un caso: Delmira Agustini. Los poetas malditos. Las vanguardias en Europa y en América. Boedo y Florida. Lorca en Buenos Aires. Poesía y compromiso social. Las técnicas surrealistas. Recursos poéticos fónicos, sintácticos y semánticos. El movimiento poesía concreta. La poesía del tango, el folklore y el rock.
Textos:
Aldo Pellegrini: Antología de la poesía surrealista
Ana Longoni: De los poetas malditos al videoclip
Raúl González Tuñón: La luna con gatillo
Oliverio Girondo: Espantapájaros/ Cansancio
Jorge Luis Borges: Ajedrez
Walter Benjamin: Para una crítica de la violencia (ensayo)
Juan Gelman: Sucesos
Alejandra Pizarnik: Fragmentos para dominar el silencio
Olga Orozco: El jardín posible
Enrique Molina: Alta marea
Jorge Boccanera: La pasión de los poetas
Delmira Agustini: Ceguera
Cófreces y otros: Última poesía argentina
Blogs: La biblioteca de Marcelo Leites: http://www.ustedleepoesia2.blogspot.com/
Unidad III
El discurso político: Discurso político y valores. Discurso político y contextos. Discurso político y argumentación polémica. Discurso político y destinatarios. Componentes: descriptivo, didáctico, prescriptivo, programático. Discurso político y actos de habla.
Unidad IV
Renovaciones en el teatro del siglo xx
El hecho teatral. Bertol Brecht y el teatro épico. Claves para la lectura de Galileo Galilei. El teatro del absurdo. Decir sí de Griselda Gambaro. El teatro de objetos. La nueva generación de dramaturgos argentinos: Alejandro Tantanián. Mauricio Kartún. Rafael Spregelburd.
Textos:
Dalmiro Sáenz: Vida sexual de Robinson Crusoe
Griselda Gambaro: Decir sí
Bertol Brecht: Galileo Galilei
Eugene Ionesco: La cantante calva
Mauricio Kartún: Ala de criados
Alejandro Tantanián: Sumario de la muerte de Kleist
Alberto Muñoz: Antígonas
Unidad V
Los medios y la realidad: problemas de construcción. El interés público. La objetividad. La actualidad. Texto e imagen. El “ojo” de la televisión.
Unidad VI
Ficción y política nacional (siglo XIX y XX)
Roberto Arlt y las aguafuertes porteñas. Claves históricas. Nuevo periodismo y nueva literatura. Rodolfo Walsh. Claves para una lectura de Operación masacre. Lecturas críticas. Los Pichiciegos: la guerra y la literatura.
El Matadero: mazorca e intelectuales. El escritor y su tiempo. Martín Fierro: el gaucho y la organización nacional. Claves de lectura. Facundo: civilización y barbarie. Pautas de investigación, comprensión e interpretación del texto
Textos
Roberto Arlt: Aguafuertes porteñas
Rodolfo Walsh: Operación masacre
Rodolfo Fogwill: Los Pichiciegos
Esteban Echeverría: El Matadero
Hilario Ascasubi: La Refalosa
Domingo F. Sarmiento: Facundo
Bartolomé Hidalgo: Cielitos patrióticos


Bibliografía para los alumnos:
Lecturas y escrituras 3 polimodal (Marta Lescano y Silvina Lombardo) Ediciones del Eclipse
Textos citados.

El mito del minotauro (versión de Ricardo Arccuso /Univ. de Rosario)


Este mito tiene su origen en la isla de Creta, donde entre los años 2000 y 1400 antes de Cristo se desarrolló una magnífica cultura que influyó sobre los griegos posteriores. Creta, situada en un lugar estratégico del Mediterráneo, representó históricamente un puente entre el Cercano Oriente y Europa. A través de ella Europa recibió diversos aportes culturales que van desde lo arquitectónico y la vestimenta hasta las creencias y las ciencias. Es así que buena parte de la mitología y religión griegas, que pueden ser catalogadas como cosmovisiones, tienen su origen en Creta. El minotauro es un ejemplo.

Cuenta el mito que el rey Minos de Creta estaba casado con la bella Pasifae, hija del Sol. Por ende, tenía una belleza esplendorosa. Pasifae sintió profunda atracción por un toro que provenía del mar. El toro era objeto de culto en la isla, simbolizando quizá la potencia creadora. Tampoco debe olvidarse que el dios griego Zeus solía tomar la forma de un toro. Bajo esa apariencia secuestró a la princesa fenicia Europa. Zeus sería originario justamente de Creta, o al menos una de las deidades que posteriormente se fusionaron para dar vida al dios olímpico supremo de los griegos.

Para poder mantener relaciones íntimas con dicho toro Pasifae recurrió a los servicios del genial artesano de ascendencia divina Dédalo. Este le preparó un adminículo apropiado para el coito de marras.

Producto de esa relación entre Pasifae y el toro fue el monstruo Minotauro, mitad hombre (cuerpo) y mitad toro (cabeza). En tanto asociemos al toro con un dios, podría pensarse que el dicho monstruo tenía cuerpo de humano y espíritu divino. El nombre Minotauro resulta de unir las palabras Minos y tauro (toro) -de allí Taurus, la constelación del toro y el signo zodiacal Tauro. Podría traducirse, así, como el Toro de Minos. Enterado el rey de este alumbramiento ominoso, ordenó a Dédalo construir un laberinto para recluir al Minotauro.

Los atenienses, que eran súbditos de Minos, debían ofrecer anualmente en calidad de tributo 7 mancebos y 7 doncellas para alimenar al monstruo. Número altamente simbólico como pocos. Como sucede frecuentemente, en un momento dado la costumbre llega a su fin. Cansado de tanto sacrificio en aras del Minotauro, el joven Teseo (hijo del rey de Atenas) solicitó a su padre que lo incluyera en el contingente que iba a ser remitido a Creta según la costumbre, pues tenía el propósito de matar al monstruo.

Fue así que Teseo llegó a Creta. Allí logró enamorar a Ariadna, hija de Minos, quien sería una pieza clave para la concreción de sus planes. Gracias al hilo que le suministraba Ariadna, Teseo pudo volver sobre sus pasos y salir del laberinto una vez que había destruido al Minotauro. Cabe aclarar que la palabra laberinto la habrían tomado los griegos de una población del Asia Menor (actual Turquía), los carios. Las célebres ciudades de Mileto y Halicarnaso (hoy Budrum) estaban en la costa de esa región, sobre el Mar Egeo. Tales, uno de los más célebres filósofos pre-socráticos era oriundo justamente de Mileto.

Ariadna y Teseo huyeron de Creta y se refugiaron en la isla de Naxos, donde el héroe ateniense -haciendo muestra de ingratitud- abandonó a su compañera. Esta, según cierta versión, desesperada por el abandono se arrojó desde una roca al mar. Según otra tradición, Ariadna se unió posteriormente con el dios Dyonisios. Cuando ella murió, el dios en testimonio de su amor la hospedó en el cielo, el hogar de los dioses, y creó una constelación a partir de la corona de bodas que ornara los cabellos de Ariadna.

Algunos estudiosos interpretan este mito en tanto símbolo de la independencia de Atenas respecto de Creta. El historiador británico Finley critica esta postura, afirmando que los pueblos independizados suelen manifestar de una manera mucho menos simbólica la ruptura de su servidumbre ante una potencia extranjera.

Otra interpretación del mito se concentra en lo religioso y no en lo político. Según ésta, la historia del Minotauro habría surgido para explicar una iniciación ligada al culto de Dyonisios. Según Paul Faure, el laberinto no debería relacionarse con el palacio gubernamental de Cnosos (la principal ciudad del reino minoico) sino con una caverna. Faure llega incluso a identificar la caverna. Se trataría de la caverna de Skotino, ubicada a pocos kms. al este de Cnosos, utilizada como lugar sagrado durante muchos siglos. A diferencia de los pueblos orientales, los cretenses no construían templos para celebrar cultos u honrar a sus divinidades. Sus ceremonias religiosas eran celebradas en lugares naturales, especialmente cavernas.

Más allá de estas hipótesis, el mito es válido en sí mismo en tanto nos habla de los ingenios, deseos y pasiones humanas que perduran a través de los milenios, a pesar de los cambios tecnológicos. Cada uno podrá extraer enseñanzas de esta historia, siendo el carácter didáctico lo que más solían apreciar los griegos en sus mitos. Quizá, el contraste entre la ingratitud de Teseo y la generosidad de Dyonisios sea uno de los aspectos más llamativos de este mito.

jueves, 6 de mayo de 2010

Lejana (Julio Cortázar)


Diario de Alina Reyes

12 de enero

Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara de Renato Viñes, oh esa cara de foca balbuceante, de retrato de Dorian Gray a lo último. Me acosté con gusto a bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)

Nora que dice dormirse con luz, con bulla, entre las urgidas crónicas de su hermana a medio desvestir. Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche contra los ligustros. Now I lay me down to sleep... Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres alternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo.

Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palíndromas. Los fáciles, salta Lenin el Atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y... Tan hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y...

No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio.

20 de enero

A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo y también a ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. Ah, no me desespera tanto cuando estoy durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los Rivas. Entonces me importa menos, es un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde antes, previsoramente.

Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para resistir por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos». No es que sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el instante mismo (pero no sé si es el instante mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le pasaba a aquella, a mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora iba a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía como un marco, él mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan cerca y tan queriéndonos. Así es peor, cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María. Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegan o la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es imposible resistir y entonces tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad, humedad entre esa nieve que no siento, que no siento y me está entrando por los zapatos.

25 de enero

Claro, vino Nora a verme y fue la escena. «M'hijita, la última vez que te pido que me acompañes al piano. Hicimos un papelón». Qué sabía yo de papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la oía con sordina. Votre âme est un paysage choisi... pero me veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien, que acompañaban honestamente a Nora. Luis María también me miró las manos, el pobrecito, yo creo que era porque no se animaba a mirarme la cara. Debo ponerme tan rara.

Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece cada vez más un castigo, ahora sólo me conozco allá cuando voy a ser feliz, cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré me conozco allá y no queda más que el odio).

Noche

A veces es ternura, una súbita y necesaria ternura hacia la que no es reina y anda por ahí. Me gustaría mandarle un telegrama, encomiendas, saber que sus hijos están bien o que no tiene hijos -porque yo creo que allá no tengo hijos- y necesita confortación, lástima, caramelos. Anoche me dormí confabulando mensajes, puntos de reunión. Estaré jueves stop espérame puente. ¿Qué puente? Idea que vuelve como vuelve Budapest donde habrá tanto puente y nieve que rezuma. Entonces me enderecé rígida en la cama y casi aúllo, casi corro a despertar a mamá, a morderla para que se despertara. Nada más que por pensar. Todavía no es fácil decirlo. Nada más que por pensar que yo podría irme ahora mismo a Budapest, si realmente se me antojara. O a Jujuy, a Quetzaltenango. (Volví a buscar estos nombres páginas atrás). No valen, igual sería decir Tres Arroyos, Kobe, Florida al cuatrocientos. Sólo queda Budapest porque allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan. Allí (lo he soñado, no es más que un sueño, pero cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia) hay alguien que se llama Rod -o Erod, o Rodo- y él me pega y yo lo amo, no sé si lo amo pero me dejo pegar, eso vuelve de día en día, entonces es seguro que lo amo.

Más tarde

Mentira. Soñé a Rod o lo hice con una imagen cualquiera de sueño, ya usada y a tiro. No hay Rod, a mí me han de castigar allá, pero quién sabe si es un hombre, una madre furiosa, una soledad.

Ir a buscarme. Decirle a Luis María: «Casémonos y me llevas a Budapest, a un puente donde hay nieve y alguien». Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso con la secreta ventaja de no querer creerlo a fondo. ¿Y si estoy?). Bueno, si estoy... Pero solamente loca, solamente... ¡Qué luna de miel!

28 de enero

Pensé una cosa curiosa. Hace tres días que no me viene nada de la lejana. Tal vez ahora no le pegan, o no pudo conseguir abrigo. Mandarle un telegrama, unas medias... Pensé una cosa curiosa. Llegaba a la terrible ciudad y era de tarde, tarde verdosa y ácuea como no son nunca las tardes si no se las ayuda pensándolas. Por el lado de la Dobrina Stana, en la perspectiva Skorda, caballos erizados de estalagmitas y polizontes rígidos, hogazas humeantes y flecos de viento ensoberbeciendo las ventanas Andar por la Dobrina con paso de turista, el mapa en el bolsillo de mi sastre azul (con ese frío y dejarme el abrigo en el Burglos), hasta una plaza contra el río, casi en encima del río tronante de hielos rotos y barcazas y algún martín pescador que allá se llamará sbunáia tjéno o algo peor.

Después de la plaza supuse que venía el puente. Lo pensé y no quise seguir. Era la tarde del concierto de Elsa Piaggio de Tarelli en el Odeón, me vestí sin ganas sospechando que después me esperaría el insomnio. Este pensar de noche, tan noche... Quién sabe si no me perdería. Una inventa nombres al viajar pensando, los recuerda en el momento: Dobrina Stana, sbunáia tjéno, Burglos. Pero no sé el nombre de la plaza, es como si de veras hubiera llegado a una plaza de Budapest y estuviera perdida por no saber su nombre; ahí donde un nombre es una plaza.

Ya voy, mamá. Llegaremos bien a tu Bach y a tu Brahms. Es un camino tan simple. Sin plaza, sin Burglos. Aquí nosotras, allá Elsa Piaggio. Qué triste haberme interrumpido, saber que estoy en una plaza (pero esto ya no es cierto, solamente lo pienso y eso es menos que nada). Y que al final de la plaza empieza el puente.

Noche

Empieza, sigue. Entre el final del concierto y el primer bis hallé su nombre y el camino. La plaza Vladas, el puente de los mercados. Por la plaza Vladas seguí hasta el nacimiento del puente, un poco andando y queriendo a veces quedarme en casas o vitrinas, en chicos abrigadísimos y fuentes con altos héroes de emblanquecidas pelerinas, Tadeo Alanko y Vladislas Néroy, bebedores de tokay y cimbalistas. Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. Pero esto yo lo pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la reina y... en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá en casa de los Suárez y no a mi lado. Es bueno no caer en la sonsera: eso es cosa mía, nada más que dárseme la gana, la real gana. Real porque Alina, vamos -No lo otro, no el sentirla tener frío o que la maltratan. Esto se me antoja y lo sigo por gusto, por saber adónde va, para enterarme si Luis María me lleva a Budapest, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora porque ya he andado la mitad del puente entre gritos y aplausos, entre «¡Álbeniz!» y más aplausos y «¡La polonesa!», como si esto tuviera sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente.

(Es más cómodo hablar en presente. Esto era a las ocho, cuando Elsa Piaggio tocaba el tercer bis, creo que Julián Aguirre o Carlos Guastavino, algo con pasto y pajaritos). Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto. Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo. ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo mejor le pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula. Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo parejo. Si ahora ella estuviera realmente entrando en el puente, sé que lo sentiría ya mismo y desde aquí. Me acuerdo que me paré a mirar el río que estaba sonando y chicoteando. (Esto yo lo pensaba). Valía asomarse al parapeto del puente y sentir en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Valía quedarse un poco por la vista, un poco por el miedo que me venía de adentro -o era el desabrigo, la nevisca deshecha y mi tapado en el hotel-. Y después que yo soy modesta, soy una chica sin humos, pero vengan a decirme de otra que le haya pasado lo mismo, que viaje a Hungría en pleno Odeón. Eso le da frío a cualquiera, che, aquí o en Francia.

Pero mamá me tironeaba la manga, ya casi no había gente en la platea. Escribo hasta ahí, sin ganas de seguir acordándome de lo que pensé. Me va a hacer mal si sigo acordándome. Pero es cierto, cierto; pensé una cosa curiosa.

30 de enero

Pobre Luis María, qué idiota casarse conmigo. No sabe lo que se echa encima. O debajo, como dice Nora que posa de emancipada intelectual.

31 de enero

Iremos allá. Estuvo tan de acuerdo que casi grito. Sentí miedo, me pareció que él entra demasiado fácilmente en este juego. Y no sabe nada, es como el peoncito de dama que remata la partida sin sospecharlo. Peoncito Luis María, al lado de su reina. De la reina y -

7 de febrero

A curarse. No escribiré el final de lo que había pensado en el concierto. Anoche la sentí sufrir otra vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me hubiese limitado a dejar constancia de eso por gusto, por desahogo... Era peor, un deseo de conocer al ir releyendo; de encontar claves en cada palabra tirada al papel después de tantas noches. Como cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y después... Pero no lo escribo, no lo escribiré ya nunca.

Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin hombre. Ahora estará bien mi cachorro, mi bobo, basta de pensar, a ser al fin y para bien.

Y sin embargo, ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario, las dos cosas no marchan juntas -Ya ahora no me gusta salirme de él sin decir esto con alegría de esperanza, con esperanza de alegría. Vamos allá pero no ha de ser como lo pensé la noche del concierto. (Lo escribo, y basta de diario para bien mío.) En el puente la hallaré y nos miraremos. La noche del concierto yo sentía en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.

*

Alina Reyes de Aráoz y su esposo llegaron a Budapest el 6 de abril y se alojaron en el Ritz. Eso era dos meses antes de su divorcio. En la tarde del segundo día Alina salió a conocer la ciudad y el deshielo. Como le gustaba caminar sola -era rápida y curiosa- anduvo por veinte lados buscando vagamente algo, pero sin proponérselo demasiado, dejando que el deseo escogiera y se expresara con bruscos arranques que la llevaban de una vidriera a otra, cambiando aceras y escaparates.

Llegó al puente y lo cruzó hasta el centro andando ahora con trabajo porque la nieve se oponía y del Danubio crece un viento de abajo, difícil, que engancha y hostiga. Sentía cómo la pollera se le pegaba a los muslos (no estaba bien abrigada) y de pronto un deseo de dar vuelta, de volverse a la ciudad conocida. En el centro del puente desolado la harapienta mujer de pelo negro y lacio esperaba con algo fijo y ávido en la cara sinuosa, en el pliegue de las manos un poco cerradas pero ya tendiéndose. Alina estuvo junto a ella repitiendo, ahora lo sabía, gestos y distancias como después de un ensayo general. Sin temor, liberándose al fin -lo creía con un salto terrible de júbilo y frío- estuvo junto a ella y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares.

A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin.

Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.

martes, 4 de mayo de 2010

¿Qué ángel llevas oculto? (a la manera de lorca)



Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles

Que lleva en el dorso una almendra de fuego,

Nubes rasgadas por una mano de coral

Flores pintadas con el sudor

Peces de arsénico como tiburones,

Con dientes grandes

En el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas

Y en el oscurísimo beso punzante debajo de las

manzanas levemente heridas

Una luz maravilosa que viene del monte;

Y enceguece las miradas

Ignora el misterio de la espiga,

¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?


Marcó ,DANIELA
Nuñez,MARIA SOL
Cnokaert,AGUSTINA
Terol,LUCIA

lunes, 3 de mayo de 2010

La casa de Asterión (Jorge Luis Borges)


Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro, Biblioteca, III,I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito*) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol;. abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto.

¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.


viernes, 30 de abril de 2010

Anotaciones para una autobiografía (Olga Orozco)


Con sol en Piscis y ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica, nací en Toay (La Pampa), y salí sollozando al encuentro de temibles cuadraturas y ansiadas conjunciones que aún ignoraba. Toay es un lugar de médanos andariegos, de cardos errantes, de mendigas con collares de abalorios, de profetas viajeros y casas que desatan sus amarras y se dejan llevar, a la deriva, por el viento alucinado. Al atardecer, cualquier piedra, cualquier pequeño hueso, toma en las planicies un relieve insensato. Las estaciones son excesivas, y las sequías y las heladas también. Cuando llueve, la arena envuelve las gotas con una avidez de pordiosera y las sepulta sin exponerlas a ninguna curiosidad, a ninguna intemperie. Los arqueólogos encontrarán allí las huellas de esas viejas tormentas y un cementerio de pájaros que abandoné. Cualquier radiografía mía testimonia aún ahora esos depósitos irremediables y profundos.

Cuando era chica era enana y era ciega en la oscuridad. Ansiaba ser sonámbula con cofia de puntillas, pero mi voluntad fue débil, como está señalado en la primera falange de mi pulgar, y desistí después de algunas caídas sin fondo. Desde muy pequeña me acosaron las gitanas, los emisarios de otros mundos que dejaban mensajes cifrados debajo de mi almohada, el basilisco, las fiebres persistentes y los ladrones de niños, que a veces llegaban sin haberse ido.

Fui creciendo despacio, con gran prolijidad, casi con esmero, y alcancé las fantásticas dimensiones que actualmente me impiden salir de mi propia jaula. Me alimenté con triángulos rectángulos, bebí estoicamente el aceite hirviendo de las invasiones inglesas, devoré animales mitológicos y me bañé varias veces en el mismo río. Esta última obstinación me lanzó a una fe sin fronteras. En cualquier momento en que la contemple ahora, esta fe flota, como un luminoso precipitado en suspensión, en todos los vasos comunicantes con que brindo por ti, por nosotros y por ellos que son la trinidad de cualquier persona, inclusive de la primera del singular.

En cuanto hablo de mí, se insinúa entre los cortinajes interiores un yo que no me gusta: es algo que se asemeja a un fruto leñoso, del tamaño y la contextura de una nuez. Trato de atraerlo hacia fuera por todos los medios, aún aspirándolo desde el porvenir. Y en cuanto mi yo se asoma, le aplico un golpe seco y preciso para evitar crecimientos invasores, pero también inútiles mutilaciones. Entonces ya puedo ser otra. Ya puedo repetir la operación. Este sencillo juego me ha impedido ramificarme en el orgullo y también en la humildad. Lo cultivé en Bahía Blanca, junto a un mar discreto y encerrado, hasta los dieciséis años, y seguí ejerciéndolo en Buenos Aires, hasta la actualidad, sin llegar jamás a la verdadera maestría, junto con otras inclinaciones menos laboriosas: la invisibilidad, el desdoblamiento, la traslación por ondas magnéticas y la lectura veloz del pensamiento.

Mis poderes son escasos. No he logrado trizar un cristal con la mirada, pero tampoco he conseguido la santidad, ni siquiera a ras del suelo. Mi solidaridad se manifiesta sobre todo en el contagio: padezco de paredes agrietadas, de árbol abatido, de perro muerto, de procesión de antorchas y hasta de flor que crece en el patíbulo. Pero mi peste pertinaz es la palabra. Me punza, me retuerce, me inflama, me desangra, me aniquila. Es inútil que intente fijarla como un insecto aleteante en el papel. ¡Ay, el papel! “blanca mujer que lee en el pensamiento” sin acertar jamás. ¡Ah la vocación obstinada, tenaz, obsesiva como el espejo, que siempre dice “fin”! Cinco libros impresos y dos por revelar, junto con una pieza de teatro que no llega a ser tal, testimonian mi derrota.

En cuanto a mi vida, espero prolongarla trescientos cuarenta y nueve años, con fervor de artífice, hasta llegar a ser la manera de saludar de mi tío abuelo o un atardecer rosado sobre el Himalaya, insomnes, definitivos. Hasta el momento sólo he conseguido asir por una pluma el tiempo fugitivo y fijar su sombra de madrastra perversa sobre las puertas cerradas de una supuesta y anónima eternidad.

No tengo descendientes. Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron. Mi heredad son algunas posesiones subterráneas que desembocan en las nubes. Circulo por ellas en berlina con algún abuelo enmascarado entre manadas de caballos blancos y paisajes giratorios como biombos. Algunas veces un tren atraviesa mi cuarto y debo levantarme a deshoras para dejarlo pasar. En la última ventanilla está mi madre y me arroja un ramito de nomeolvides.

¿Qué más puedo decir? Creo en Dios, en el amor, en la amistad. Me aterran las esponjas que absorben el sol, el misterioso páncreas y el insecto perverso.

Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir. A veces me visitan gentes que no conozco y me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Que soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder?